Nadie imaginó que Jacinto pudiera desaparecer. Las historias que contaba a la sombra de un viejo árbol daban sentido a la vida en su barrio; por eso, cuando su voz se apagó, todo se volvió monótono. Sin embargo, el silencio no es eterno, y los cuentos, tarde o temprano, encuentran la forma de volver.
Una historia que reivindica el valor de los narradores y la tradición oral en el mundo contemporáneo.
Rodolfo Castro. Nací en Buenos Aires, en una calle de tierra llena de perros que ladraban toda la noche. En la esquina, debajo de un árbol, vivía un viejito que se paraba en un cajón y le contaba historias al aire. De las historias que he escrito, ésta reúne la esencia de todas y mi mayor premio es que las escuche el viento.
Enrique Torralba. Nací en un valle de esmeraldas, sembrado de limas reinas: Chilapa de Álvarez, Guerrero, México; en 1969. Allí las casas aplauden, las calles cantan y los tigres pasean a sus cachorros por el parque. Dibujé toda mi vida, mi abuela de cabellos azul añil fue mi máxima inspiración. Estudié diseño en la UAM y este libro es mi mejor premio y más importante publicación.