La obra de Hitchcock terminó por acercarnos –más allá de los límites que señala la prudencia– al pensamiento convulso, al acto mismo del criminal. Nos hizo adueñarnos de su culpa, olvidando toda seguridad. Cometió el crimen perfecto... 53 veces: nos envenenó el alma con el licor del cine. Nos invitó a mirar el abismo... Y el abismo nos miró a su vez.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2008. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.