A quien le corresponda vivir inserto en una “realidad” como la nuestra, que podría calificarse por lo menos de opaca, se le presentan dos caminos: salvar el propio pellejo o dedicarse a sublimarla. El autor de este libro también vive en un país donde la literatura no parece tener injerencia alguna contra los usos y abusos en las estructuras de poder; en esta telenovela de la gran familia mexicana donde los medios legitiman comportamientos aberrantes para alimentar su propio aparato; en un sistema que se ensaña con los matices y a cambio preconiza la fuerza bruta. En este estado de cosas ¿qué hace un poeta? ¿Le corresponde asumir algún papel? Quizá la función del artista sea —también— no corromperse: Armando Vega-Gil encuentra su función como autor en una realidad que se desborda.