A menudo nos encontramos con historias. Algunas aportan experiencias, llevan por caminos insospechados, otras, dejan mucho más que un vestigio. Esto último ocurre al leer Huella de intervalos. Transitar por la nube de relatos que construyen al libro es uno de esos insignificantes placeres que podemos damos durante una larga noche de otoño, mientras dejamos escapar por la ventana un recuerdo de cierta época extraña.
Emilio Mendoza de la Fuente nos ofrece narraciones que hablan sobre un lugar común para los hombres: la existencia. Ninguno de los relatos que aquí aparecen es una historia inútil, marcan la delgada línea entre cobardía y esperanza. Cierta anécdota también es una triste historia; regalo para un viaje sin retorno, donde todos somos esclavos de un sueño.
Al final, sin importar en qué momento hemos sentido que se pueden perder los propósitos, este texto es una invitación a la reflexión mientas se camina entre las memorias del ingeniero Arronquio y el relato de un funeral.