Dentro del universo de discusiones inútiles, destaca la que defiende la existencia de una escritura feminista, la que escinde por géneros el arte de escribir. Harto estéril, diría yo, pues la literatura sólo puede dividirse en la buena y la mala. Autoras como Patricia Highsmith y Clarice Lispector nos han dado grandes muestras de que un texto, cuando es bueno, no precisa de categorías tan torpes. Puedo apostar que el libro que sostienes en tus manos, de la autora Alejandra Junco, hará que me des la razón.
Comienza con cuatro asombrosas y muy bien armadas paráfrasis de cuentos infantiles. Cuatro joyas mordaces que, por sí solas, bastarían para gozar. Pero Alejandra no se contenta con ello y nos ofrece una variedad de estilos y personajes que van desde los límites del realismo mágico, historias de soledad, de decepción, hasta crónocas de enorme frivolidad. Y para cerrar como se debe, nos muestra la intimidad de unos Probadores: dos relatos futuristas de largo aliento, divididos en Damas y Caballeros.
Cuando rompemos con un mito largamente arraigado, nos sentimos alivianados, satisfechos. Después de leer estos textos, si hay literatura de calidad, no importa el género de quien la escibre, sabrás que encontraste una muestra.
Luis Felipe Hernández