El poeta-forastero regresa a sus orígenes e indaga en los elementos de su camino: es clara la transición de la vereda del campo a la calle asfaltada del paisaje urbano; llega al barrio de su infancia, lo recorre con asombro y rememora su casa, las calles y a sus ancestros campesinos. Aunque la ciudad le provoca extrañeza, le permite también la posibilidad de encontrarse a sí mismo o a alguien con sus mismas cualidades al doblar cualquier esquina o al subir a un autobús: «Más acá / te espera alguien / lleno de ti / para recibirte».
El visitante está solo, pero acompañado de otros forasteros; está en el presente, pero siempre regresa en el tiempo; y aboga por la cotidianidad, pero al mismo tiempo enaltece el instante poético que se encuentra en el día a día y que muchas veces escapa al ojo común.