«Machincuepa», nos lo dice la RAE, proviene del nahua mayotzincuepa, «rodar como calabaza», aunque su acepción actual refiera a dar volteretas; y es que justamente esa es una manera de describir esta narrativa. Amparado bajo el epígrafe de Diderot (Jacques el fatalista), el espíritu volátil de la narrativa va desde el azaroso incidente en que nuestro protagonista pierde la pierna siendo soldado (fuera de combate), la profesión religiosa (apócrifa), la Señorita Cometa (serie nipona), los vagabundeos de la mendicidad, el sórdido mundo de los tugurios de arrabal, o incluso hasta el crimen «organizado» (sin ser novela del género). En todos estos planos (entre otros) se mueve Silvestre, siempre con una visión sobria y sombría del mundo. Las machincuepas de Silvestre y su pierna biónica se desarrolla bajo el influjo de los juegos de las apariencias: el uniforme militar, la sotana religiosa, una prótesis personificada entre otros espejismos que la realidad nos esconde.