Esta es la historia de la desobediencia del hombre. De la primera y definitiva desobediencia del hombre. Es la historia de la transgresión de unos ángeles que no quisieron aceptar la ley de Dios, sus normas, sus reglas del juego e, invevitablemente, este tema es una historia llena de belleza y amor.
El paraíso, para que lo sea, tiene que perderse (hay felicidad porque ha habido desgracia antes), la soledad del héroe llega a ser la nuestra y su maldad, un sentimiento que nos resulta familiar con el que amoralmente comulgamos; hay una especie de reto peligroso en el que deseamos que gane el malvado porque es el malvado el que nos parece hermoso. En el arte, en los poemas, en las tragedias, inconscientemente deseamos el triunfo del malvado, convertimos en héroe al antihéroe, inviertiendo los términos de la moral aceptada. Así, el paraíso que perdemos es en realidad el que ganamos, tal es la belleza de nuestros supuestos enemigos.