El escritor no le teme a la crítica, la necesita para sentirse vivo, para saberse leído. Por ello, contrariamente a los muchos intelectuales que terminarán por embalsamar a Octavio Paz en el frenesí de los homenajes, los colaboradores de este libro colectivo hemos querido rendir el único reconocimiento dable a un escritor de la estatura de Paz: la crítica. Es la crítica, no el elogio, lo que puede salvar a un escritor del olvido, o mejor a una obra, pues entre más se enaltece a un autor menos se leen sus obras. Lo que queda en la memoria y el imaginario colectivos es el personaje, el autor sacralizado, no sus poemas y ensayos. Triste destino para una obra que pide a gritos ser leída, no consagrada, que quiere ser lúdica y doliente al mismo tiempo pero nunca etérea, que quiere ser sacrílega nunca un dogma, que quiere salir a la calle y no quedarse enmohecida en la rotonda de los inmortales, que quiere ser vida no religión. Por todo ello, quienes colaboramos en esta obra colectiva hemos querido bocetar un Octavio Paz sin concesiones, un Paz para ser leído con mirada crítica, un Paz confrontado, o sea un Paz vivo.