Como su pintura, surrealista, la narrativa de Leonora Carrington es una continua exploración en lo fantástico, sobre todo en esta novela. El desdoblamiento del yo, la transposición del sueño y lo real, la busca de las claves del universo alcanzan efectivamente en ella su expresión más alta. En tal sentido, el título original Open Stone Door (Abrete, puerta de piedra) funciona ya como un indicio para el lector: le sugiere, de inmediato, que se halla ante una novela esotérica; se trata incluso de algo más: una novela esencialmente alimentada —pero con un manejo muy libre de ellos— por los símbolos de la Cábala. Aun la autora somete toda su construcción narrativa a ese designio: puesto que la Cábala es la interpretación de una tradición oculta, su juego de planos se ajusta al mismo principio. Así, seducido por una escritura impecable, el lector se ve enfrentado a un misterio, una trama irreductible que se bifurca en dos historias aparentemente inconexas: tiene que interpretar, interrogar (interrogándose a sí mismo) un texto hermético cuya limpidez y coherencia final dependen justamente de su propia capacidad de lector: imaginar , relacionar, reunir elementos dispersos de una sola (y múltiple) figura. Esas dos historias son esencialmente una: la del deseo o el sueño (Brigitte-Amagoya) que crea o hace emanar de sí su imagen, la de la imagen (Zacarías, el judío cuya vida vemos desplegarse en los últimos capítulos) que se desarolla como guiada o dirigida por aquél. En este juego de espejos— irradiación y reflejo— encontramos la unión de lo que parecía disímil y heteróclito, y de este modo tenemos acceso a la unidad del universo, que es también la de la narración. Novela de suspenso en el fondo, poética de instinto y sabiduría, elemental y arcana.