Es necesario que alguien venga / a ordenar, a gritar, a cualquier cosa: estos dos versos de "Últimos días de una casa", poema imprescindible de Dulce María Loynaz, presiden y convocan a la lectura de Madera antigua, la nueva novela de Margarita Sánchez-Gallinal, narradora cubana que, ya con Gloria Isla –título que discutió el Premio Café Gijón, en 1998–, estableció su muy personal manera de abordar los distintos planos temporales en el texto narrativo. Madera antigua es la novela donde se puede palpar la soledad, y es también un canto a la resistencia. Cada personaje carga con su propio abandono. "Eso es el hombre [nos dice la autora], una ínfima partícula de polvo del Universo que lleva consigo toda la historia del mundo". "Es [agrega uno de los protagonistas] nuestra manera de ser Dios y no ser sagrados". Esta nueva propuesta de la también poeta está contada por un narrador insólito que a veces parece desaparecer en el texto para luego llegar desde otra dimensión de la historia y decirnos que "las cosas son también la memoria de la gente". Nada resulta tan protagonista en Madera antigua como el olor del sándalo. Y fíjese el lector que decimos el olor y no la sustancia. Madera antigua es una novela que no nos dejará indiferentes.