Mientras se come una chirimoya, un hombre contempla a través de la ventana a unos gorriones que picotean un ejemplar de trueno –árbol que abunda en calles de la ciudad de México–. Se da cuenta de que las semillas que los pájaros comen serán arrojadas unos metros más allá, debidamente abonadas, con el propósito instintivo de asegurar la sobrevivencia de esa especie botánica. El hombre contempla entonces las semillas de la chirimoya que se está comiendo. Es cuando nace este poema, hermosamente ilustrado por Santiago Solís Montes de Oca.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2016. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.
