En la celebración de la luz, de la vida, del fluir de cada día, acompañado con los rostros amados y las voces que le son afines, la escritura poética de Margarito Cuéllar tiene tonos armónicos; ahí el mundo, no obstante la rutina, se percibe radiante, lleno de vivencias que iluminan todo lo que tocan: plantas, animales, personas, entre ellas niños que el poema transfigura en haikus, caligramas o palabras en verso libre. Entre otros títulos del mismo creador están: Tambores para empezar la fiesta (1993), Árbol de lluvia (1994) y Cuaderno para celebrar (2000).
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2003. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.