La obra en nuestras manos, Una rosa y dos espinas, se ofrece como momento señero de la literatura en Chiapas, y como su primer monumento: se funda con ella la narrativa contemporánea en la entidad. Luedo de las valiosas crónicas legadas por el primer obispo de Chiapas, por sus acompañantes hermanos en la orden, por sus sucesores y por algunos visitantes ilustres como los frailes Thomas Cage o Alonso Ponce, de ninguna otra producción narrativa tenemos noticia. Una novela edificante, Magdalena,aparecería diecinueve años después de la de Paniagua, como un eco amanerado de la entonces célebre novela de Manzoni, Los novios, producto en mucho alejado del impulso renovador bullente en la geografía chiapaneca. Con Una rosa y dos espinas se inicia el prolijo trabajo narrativo de Flavio Antonio Paniagua y la, hasta hoy, escasa pero trascendente prosa chiapaneca. Sobre el molde de Una rosa y dos espinas Paniagua construye todo su trabajo, escaso en páginas literarias afortunadas pero consistente como documento de época. Su peso sobre la literatura chiapaneca es aún tema por estudiar pero —cuestión de origen— su hererencia persiste, como bien y como limitación: el apego por la historia y las historias de pueblos y familias.