La mirada del poeta recompone el mundo, crea universos. Éstos se quedan en nosotros por la palabra, que abre su conocimiento, su existencia, su transformación. Si el espíritu de quien concibió el poema se queda en el lector es por la naturaleza sagrada de la poesía. El poeta, al hundir su resplandor en la realidad, forma una eclosión. En Destellos de mareas, Miguél Ángel Meza Robles repasa su estar, su ser, y evoca la poética como una totalidad, su vida.
La esencia del poeta, el asombro, la intuición están dados, además por los acontecimientos cotidianos, que brotan en cada acto de la naturaleza, que trascienden por la voz que los nombra, que los inmortaliza en una imagen. El destello que provoca la composición de versos se recoge del fuego universal, del numen originario. Los vigorosos cantos de Meza Robles contienen todas las geografías; en su paciente visión caleidoscópica están los elementos fundadores, semilla de vida.
Los tiempos del poeta, los de la memoria, la transmutación mineral de la metáfora, el ojo que nunca se cierra, los ríos subterráneos y los que hienden la piel de la Tierra traen el rumor de las savias al constante reciclar del mar, origen y fin, la pulsación, el latir constante.
Carlos López