"Soñé que mi hermana estaba desaparecida, dijiste.
Tuve segundos para reaccionar, te abracé... Sentí una impotencia, no sabía qué decir. Fue un sueño, tranquila, estamos en casa, mira al perro que duerme a lado de nosotros, nadie ha muerto aun (yo y mis pendejadas tan a destiempo...)
Durante esos instantes de indefinición tuve una aproximación al dolor de alguien que mira en sueños cómo las esperanzas desaparecen y se esfuman en un marasmo de dolor, rabia, furia, impotencia y sepa qué chingados más...
Después de este episodio he pensado mucho en aquel poema quince de Neruda:
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Y sé que nunca volveré a leerlo como antes, porque ahora tiene sabor a barbarie, muerte, ignominia e hijueputez; no volverá a significarme esperanza de retorno, pues me cayó el chingado veinte que después de Ayotzinapa "nosotros los de entonces ya no somos los mismos"... y nunca más lo seremos".
