Los once cuentos reunidos en este libro dibujan el fantasma de una constelación. Y el signo que preside esa constelación es el de la Violencia. La superficie más honda es un bestiario del hombre como sí mismo: de la árida intimidad del terror familiar hasta la voracidad de un linchamiento, físico o mediático, la ira y la erosión son aquí las soberanas. Como si los personajes fueran peones de una voluntad vaporosa pero total, el destino personal y el devenir social actúan en estos relatos como una fuerza anónima que lo ordena todo. Es decir: que lo disuelve todo.
Con un estilo implacable, Emiliano Monge construye precisas atmósferas de opresión. Desde las primeras palabras de cada cuento, se insinúa una vaguedad acechante, un vacío que se expande feroz hasta llevar a los microuniversos a su disolución final. Agujeros negros de ironía se abren por todas partes, pero en este caso el humor no ofrece un alivio o una salida, sino que hace aún más profunda la corrosión. Personajes —y lectores— se descubren sospechando que quizás nunca han estado aquí, en esta delgada profundidad que llamamos mundo, y al final no queda más consuelo que el de la desbandada.