Afortunado como poco, México cuenta con una amplia variedad de costas a lo largo y ancho de todo su territorio. Su belleza y colorido se mezclan por intantes, con el mole y el barro negro en Oaxaca; con los charros y el sabor del tequila en Jalisco; con los viñedos y las misones en Baja California; con las tribus nómadas y los tambores en Sonora, pero también con la mariposa monarca en Michoacán, entre otros.
En Leyendas de la provincia mexicana zona costera se entretejen insólitas historias que la sabiduría popular ha recogido durante generaciones, y que matizan de manera singular cada región. Muertos que resucitan, cuerpos sin rostro, amores prohibidos y perros que arrastran cadenas, son algunos de los sucesos descritos con magistral estilo por las autoras.
Dicen que allí donde falta la memoria, aparece la poesía. Tal es el caso de Leyendas de la provincia mexicana, zona centro, que recoge ecos de “hechos reales” registrados en la época colonial, a la intemperie de los espacios públicos de lo que hoy es la Ciudad de México.
Mezcla de maravilla, y realidad, estas narraciones siguen con la tradición de contar la historia de algunas calles y rincones de la urbe más grande del mundo, como la del sillón enterrado entre los escombros de un basurero, al cual se le atribuyen poderes mágicos, o aquella otra que retoma lo ocurrido en la actual avenida de Puente de Alvarado, cuando el capitán español del mismo apellido huye del ataque azteca gracias a un salto colosal.
Cabe agregar que el encanto de estas historias no se halla solo en lo que cuentan, si no en como lo cuentan plumas como las de Isabel Suarez, Becky Rubinstein y Tere Remolina, dedicadas desde ya hace muchos años a la investigación literaria y cultural , y quienes en Leyenda de la provincia mexicana, zona centro, guardaron algo digno de recordar.