Como una “celebración crítica” en el centenario del nacimiento de Bertolt Brecht (1898-1956), el crítico teatral George Banu y el director de escena y dramaturgo Denis Guénoun dialogan con creadores teatrales, todos ellos con una compleja relación con Brecht y pertenecientes a generaciones distintas, sobre su papel en el movimiento de renovación cultural que atraviesa la segunda mitad del siglo xx, sobre la vigencia de su obra y su pensamiento en el mundo posterior al derrumbamiento del muro de Berlín y, particularmente, sobre sus puntos de encuentro con el creador alemán. Peter Stein, fundador de la Schaubühne, considera caducos los contenidos de la dramaturgia brechtiana, examina la “cárcel de la ideología” en la que Brecht se encontraba encerrado, su estalinismo y oportunismo políticos, y el “manierismo” de sus sucesores y adeptos; aunque reconoce a Brecht “por ser el único que en los años cincuenta, acometió la reforma del arte del teatro y reflexionó artísticamente sobre la práctica teatral”. André Steiger, el “brechtiano más clásico de los invitados a este debate”, quien entre los años 50 y 80 introdujo en Francia la obra, el pensamiento y el trabajo de Brecht, destaca del legado del director alemán una noción nueva: la forma como vector de comunicación ideológica, la forma como acontecimiento metafórico, por la que el espectador participa al inventar su mensaje. Judith Malina, fundadora con Julian Beck del Living Theatre en 1947, relata sus encuentros en Nueva York con Brecht y con Piscator, distingue entre sus personalidades y concepciones estéticas y políticas, y explica su mayor afinidad con Piscator en la vertiente pacifista, anarquista, de un teatro de resistencia que muestra que no somos impotentes ante los poderes -políticos o económicos- que nos gobiernan. Stéphane Braunschweig, el más joven de los entrevistados, pues se inició en el teatro cuando la enseñanza canónica de Brecht en Francia ya estaba en descrédito, destaca como su mejor legado haber devuelto al espectador al centro del teatro, así como la dimensión lúdica y soñadora implícita en la actuación de sus comediantes. Mientras que Matthias Langhoff, director de escena en el Berliner Ensamble, explica la vigencia del Brecht que plantea preguntas y explora un teatro abierto, el creador de un teatro político que habla de los verdaderos problemas de la sociedad. Michel Deutsch, del Teatro Nacional de Estrasburgo, recuerda que el teatro público en Francia fue monopolizado por los brechtianos dogmáticos y académicos, opuestos a una lectura crítica, activa y abierta; y propone un brechtianismo actual, cercano a los nuevos medios de difusión y comunicación: t.v., video e internet. En el cierre del libro, George Banu evoca los poemas del exilio de Brecht y propone escucharlos como la voz de un artista que elige el camino del exilio político como arma de lucha contra el poder. Como epílogo de esta visión multifacética y plural, Denis Guénoun concluye que Brecht todavía tiene mucho que enseñarnos sobre el ejercicio de la crítica despiadada de las ideologías y la crítica de deposición de las realidades supuestas. Se incluyen ilustraciones con bocetos de retratos de Brecht.