En Las voces del Nogalar, el autor inicia el relato con la voz de un viejo nogal derribado por un técnico forestal. Al ir cuantificando los anillos grabados en el tronco, como disco fonográfico-cronológico, el árbol va contando la historia familiar, ubicada en la región minera y fronteriza del norte de México.
Así, la voz del nogal se apropia de los recuerdos del autor quien —en una narrativa mezcla de historia, novela y cuento— lleva al lector por diferentes etapas de su vida: la "casa grande" de sus abuelos y las evocaciones de la infancia, la época posrevolucionaria ("La despedida de los generales") y "La tía Marijuana" (que era medio bruja); el hogar de sus padres y los recuerdos de la juventud, cuando era estudiante ("Entre corridas de toros") y sus primeros años de ejercicio profesional ("Entre gallos de pelea").
Las historias aquí narradas nos muestran a Canuto, el director de la orquesta de su pueblo, quien se involucra en la tragedia del corrido de Arnulfo González, el teniente, y la Rosario (novia de los dos); y el retorno, como maestro, a la misma escuela de la que egresó, hoy convertida en universidad agraria. En "Alucinación en Real de Catorce" lo acompañaremos en sus excursiones a la zona desértica en busca de peregrinos huicholes y presenciaremos el ritual del peyote junto con dos amigos —Pepe, dibujante y pintor de la arquitectura del desierto, y Enrique, director del museo regional de ese pueblo minero.
En lo que se podría llamar "las vivencias de la tercera edad" y radicado en la ciudad de Pátzcuaro, Michoacán, nos cuenta su experiencia como integrante de La Cofradía del Santo Sepulcro, en la que participa con un grupo de amigos, al igual que en "Senectud a ritmo de danzón" y "Un pacto con Nuestra Señora del Pilar" (nombre de su abuela) que es el compromiso de mutuo apoyo acordado con su familia a partir del temblor de 1985.