Cuando terminé de escribir Al final del periférico descubrí que después de ir y venir por la literatura había logrado encontrar una voz que uniera memoria y libertad de escritura, con el desasosiego propio del vivir. Uno siempre es niño y después se muere, me convenzo a mí mismo. Y ahora descubro que intentaba —acaso de manera inconsciente— reunir en una obra todo el sentido y la emoción de haber vivido durante un instante, y retener, por medio de la literatura, aquel momento en la memoria. No he guardado nada bajo la cama y si esta novela, que pasó sobre de mí como un relámpago, posee alguna virtud o valor es la de reconocer que la vida sucede en buena medida sin nuestra intervención. Los adolescentes que se congregaron al final del periférico a mediados de los años setenta, mis amigos, acompañados de su gracia, inocencia y crueldad naturales ríen y se preguntan: “Willy, ¿un escritor? ¿Qué carajos es eso?”.
— Guillermo Fadanelli