Malaquías Suárez Valerio transcribe las aguas del Río Balsas, que golpea las piedras, para homenajear el paso legendario del violinista tlapehualense, Isaías Salmerón (1892-1942), quien dejó estirpe florida y sembró de sones y de gustos la música folclórica mexicana. La tradición es un traer a la memoria y Bajo el llanto del violín contribuye a esa misión abriendo en endecasílabos una viva y bruja vena de la música calentana. Coloca entre las manos paisajes de una música campestre, regada con flores de amoríos, de violines que aran, tamboritas al paso, y zapateado y guitarras de buena sombra. La tradición también es entrega, traer de lejos, y ofrecer con generosidad. Así, la tradición del soneto sigue vigorosa y nutrida de memoria, y los versos de este libro lo confirman.