En octubre de 1997, la Academia Sueca provocó un escándalo en el ámbito de la literatura al conceder el Premio Nobel a Dario Fo, un "juglar" heredero de la rica tradición popular italiana, quien, de acuerdo con la Academia, "emula a los juglares del Medievo, al fustigar a la autoridad y restituir la dignidad a los oprimidos", y cuya independencia y "visión clara llevaron a asumir grandes riesgos".
Dario Fo se ha convertido en uno de los pocos ejemplos, en el teatro de la posguerra, de una incesante investigación en el terreno del teatro político; de una incesante búsqueda por crear un modo de comunicación teatral popular que significa adoctrinamiento desde lo alto, pero también de una incesante denuncia de los abusos de poder, de la explotación y la intolerancia.