Ella tiene dieciséis años y es la segunda de sus hijos. Hoy por la tarde, la familia de su pretendiente formalizará su relación amorosa con la pedida de mano. Esta es la segunda razón por la que el día de hoy no le resulta agradable. Su molestia no reside para nada en la familia del novio de su hija, no es eso lo que le disgusta: lo que no termina de asimilar, radica en que su hija, a la que ella considera de muy poca edad, tenga que empezar los preparativos para su boda. Piensa contrariada: Siquiera se hubiera esperado a tener dieciocho años. Pero ya ni modo, que sea lo que Dios quiera. Ella hubiese deseado que su muchacha siguiera estudiando.