En 1864 Ignacio Ramírez y su discípulo, Ignacio Manuel Altamirano, salían a conversar en Las Olas Altas, donde paseaban las muchachas en flor de Mazatlán, a la luz de la luna. Muy lejos estaba de imaginar el joven liberal el azaroso viaje que le esperaba. Cumplida la travesía, Altamirano relató al maestro sus peripecias en una larga carta que, como precisa el título, es “en realidad una novela de aventuras en el mar”. Y es que ese barco navegó en el filo entre historia e imaginación, entre realidades y símbolos. Era la época de la intervención francesa. En la goleta viajaba un grupo de liberales militares, y una pequeña tripulación con un bondadoso capitán al mando. Con ese variado cargamento, el viejo buquecillo enfrentó tempestades, obstáculos y persecuciones, pero condujo a tierra a sus pasajeros. No dudamos que, al leer la carta, el maestro Ramírez haya esbozado alguna sonrisilla irónica, pero seguro se divirtió tanto como lo harán los nuevos lectores.