En el siglo XIX –y en buena parte del XX-, el escenario de los años de infancia solía ser el campo, los pueblos o los barrios de ciudades pequeñas. Los relatos de los abuelos evocan una niñez vivida en aquellos espacios abiertos, así como, ya en la juventud, la salida del paraíso a la búsqueda de un destino en la ciudad. La historia de Cristóbal parece seguir el curso del río Usumacinta, que nace en la selva, cruza un territorio agreste, se enlaza a una red de afluentes, pasa frente a poblaciones y ciudades y llega finalmente al mar. También Cristóbal crece en medio de la selva, donde la naturaleza es su mejor maestra. Un día emprende el viaje. El río le hace sentir las alegrías y las desazones del cambio y lo lleva al encuentro de una vida diferente. Años después, quizá, en sus sueños Cristóbal remonte la corriente del río y vuelva a la región siempre verde donde dormita el jaguar y vuelan quetzales y colibríes.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1992. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.