Algunas veces, como en este libro, la historia también sonríe y evoca imágenes lozanas y alegres del pasado nacional. Los últimos años del siglo XIX fueron un periodo de orden y progreso; la gente, sin importar pesares y pobrezas, se divertía cada vez que tenía ocasión. El Teatro Principal presentaba compañías de ópera, zarzuela, obras dramáticas en verso para el gusto de espectadores refinados; pero todo el mundo, ricos y pobres, acudía al circo, maroma y teatro de las calles del Reloj. Allí, en la carpa de don Salvador Aycardo, Martín, un niño de nueve años, cumplirá el sueño de ser maromero y, sin saberlo, se iniciará en la vieja y noble tradición del teatro popular; conocerá el lado bullanguero de la vida capitalina: las ferias, los bailes, los juegos de azar, las tertulias; sabrá que crecer es abrigar ilusiones y aceptar despedidas. A la par que Martín, la ciudad de México había crecido y lucía ufana el Paseo de la Reforma y el Bosque de Chapultepec, remozado al estilo francés; por las noches la gente asistía con el asombro debido al cinematógrafo, la nueva diversión. Un nuevo siglo estaba a la vuelta de la esquina.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1992. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.