Diario ilustrado de viaje cotidiano, la Sobremesa es accidente geográfico que no debe confundirse con la meseta, pese a constituirse ambas como “superficies aplanadas dotadas de elevación”, según palabras de Chatwin, el eminente viajero y geógrafo. Entre sus diferencias más conspicuas destacan esas formaciones cristalinas o cerámicas que embellecen las sobremesas conocidas como “platos”, “vasos” y “tazas”, las dos últimas, capaces de recibir y contener líquidos, a modo de cenotes. En efecto, sin los vasos y las tazas (sobre todo las tazas), las sobremesas resultarían espacios yermos, áridos, carentes de vida. Pero al recibir, a primeras horas de la tarde, afluentes de líquidos, en su mayor parte calientes, y a menudo azucarados, tazas y vasos atraen a toda clase de formas de vida que por su extrema diversidad y naturaleza nómada resultaría imposible definir. Como los caminantes de la pintura Shan Shui, que se detienen un momento al borde de un sendero en la montaña para asomarse a la bruma o al precipicio, la Viajera ha sabido revelarnos esos relieves recónditos y minúsculos. Todo eso queda patente recorriendo su cuaderno de viaje. Con la vista puesta en esos paisajes, nos disponemos a levantarnos de la silla.