En los cuentos de Una naranja en la lengua de Eros los personajes buscan —por medio del tacto, el gusto, la vista, la imaginación, el olfato y la intuición— su identidad de seres vivos sensibles, y habitan, a través del placer y de la experiencia total, los territorios de la pasión silvestre y primitiva, pero también los de la ternura que finalmente los humaniza y los centra en el amor como un sentimiento que se origina en el espíritu gracias al contacto de los cuerpos. Aquí, nada se ha establecido, el erotismo bordea el misticismo; la realidad se difumina en el ensueño y el misterio, y la prosa y la poesía reconocen su consanguinidad.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2008. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.