El poeta siempre sigue a sus amores imposibles. La aventura le guiño el ojo, la siguió sin darse cuenta que era una tuerta y así huyó de una ciudad que lo define, lo sustenta y lo arropa. Sin él, se acabaron los cobros en abonos, a las sacrosantas trabajadoras de los callejones de Manzanares o San Pablo en la “meche”. No más correrías entre ratas del tamaño de gatos, no más cacerías siendo dos Sanchos en busca de un Quijote.
Moisés Heriberto Cortés Cruz
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2011. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.