Mercancía de canje es un texto en el que se exhala el último suspiro de optimismo, que lastima por real. Porque aunque luego de tanta porquería y corrupción y violencia, se propone en esta obra cierta ruptura del sistema viciado, la verdad es que los personajes son catapultados y quizá mejor valdría escribir: abortados a la incógnita desconcertante.
Esta pieza, como muchas de las que el teatro mexicano ha ido haciendo un tejido aguerrido y contestatario, pretendería un cambio de fondo para que las cosas ya no fueran como son, y entonces se abrieran las oportunidades y los tiempos a la equidad, la tolerancia, la educación, las políticas saludables… Pero parece que nosotros (no ya sólo los personajes de Mancilla) seguiremos despertando con esa incógnita atorada en la garganta, de que si regresaremos a casa después de la jornada de trabajo, si sobreviviremos a esta ola de violencia a la que gobierno y sistema pretendieran que nos acostumbremos.
Hugo Salcedo