Cada uno de ellos, cada una de ellas, con su propia historia, su perspectiva del vivir, las emociones que los acompañan, los recuerdos que no los dejan; han ido tejiendo, semana tras semana, a golpe de lectura y disciplina, un acercamiento a la creación literaria. De esta manera se han empezado a buscar a sí mismos —espejo siempre las letras, escritas por otros, por nosotros— y no han cerrado los ojos, ni el bolígrafo han dejado inmóvil, ante lo encontrado.
Así las cosas, leímos mucho y escribimos quizá menos, casi al mismo tiempo; porque ya se sabe que sin lector, no hay escritor. Y hemos agradecido, una y otra vez, que el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, haya puesto a nuestro alcance, en El Mante, la oportunidad de acercarnos al ejercicio formal de este mundo único y apasionante como es la escritura.
Hemos aprendido, entre muchas otras cosas, —instructor incluido—que la palabra es sagrada y que el lenguaje no es un basurero.
Carlos Acosta