En una época donde la poesía ha ido encontrando, mal que bien, un discurso que reproduce la vocación de síntesis de los diversos medios de comunicación; en una época donde las propuestas poéticas maduran a la luz de los metadiscursos, de la intromisión de códigos que aceleran los procesos comunicativos; en una época que privilegia lo referencial y suprime la nostalgia como sustrato, dando pie, en no pocas ocasiones, a la char4latanería y el artificio autocomplaciente, siempre será saludable encontrar textos cuya tesitura, cuya búsqueda sustantiva, nace, en primera instancia, de un vitalismo esencial la experiencia como sistema) y, en segunda instancia, de una sabiduría irreprochable.
Difícil eludir la conmovedora noción de uno o diferentes ámbitos donde se escritura esta poesía: la soledad como gran tema, la madurez para confrontar sus manes, la poesía misma como enclave para encontrar su naturaleza original, el amor y su ideario doméstico, la amistad como escenario de un diálogo inabarcable, en fin.
Al leer la poesía de Rosa María no dejé de pensar en todo lo anterior. Se trata de la bitácora de una superviviente de esa decisión del lenguaje literario, quien suscribe a la sombra de un régimen verbal de raigambre evocativo, un poemario sencillo y sin artilugios, en el que reina lo inmediato: el espíritu de lo doméstico, la catalogación de sus pasiones primarios, la soledad como artillería, la poesía misma como catarsis.
Con un discurso que se mueve entre Pablo Neruda, Efraín Huerta (en su veta agridulce) y Jaime Sabines (en su resonancia eufónica), Rosa María nos brinda un poemario limpio, maduro, nativo, de una voz experimentada.
Todo poema nace de una fractura; es decir, de una herida interior donde el poeta pierde las nociones inapelables del mundo. Por eso busca, en la realidad del lenguaje, recuperar los fragmentos de sí mismo. No entiende de otra forma la vida. La poesía es para él, como dice George Perros, una religión fuera de la religión. Bajo esta consigna crece el poeta elemental, el poeta que escribe "porque sí", el poeta cuya pureza transparenta un mundo fracturado pero recuperable.
En este libro Rosa María recupera parte de sus fragmentos. Sabe que sus fracturas son muchas y que, gracias a ellos para fortuna nuestra, seguirá ofreciendo su voz inconfundible (clara, serena,, madura, sabia).
Un libro que dialoga con la tradición es un libro plagado de certezas. Este es un libro suscrito por la sabiduría de la verdad: esa verdad que canta en medio de todos.
Un libro que dialoga con la tradición es un libro plagado de certezas. Este es un libro suscrito por la sabiduría de la verdad: esa verdad que canta en medio de todos.