Una vez que la escritura logra reunir soledad, sentido y cuerpo, la obsesión por la poesía se disgrega en otras tantas obsesiones que marcan la personalidad de Roberto Cabral del Hoyo y que recrean la imagen de un ser que se explica a partir de ella. La poesía no es silenciosa: habla, se pronuncia a sí misma, narra las memorias de un joven, de un adulto, de un viejo, de un hombre. Entre versos no callados residen sus obsesiones, su manera de afrontar la vida que ya no sólo es de él ni para él, pues la poesía la exige siempre un primer lugar, por eso no la abandona, por ella permanece vivo. Vida y obra, tal vez, isla de sombras.