Hay algo en la poesía de Juan Martínez Tristán que se parece al asombro antiguo ante lo ignoto. Un circulo, ritualmente construido alrededor del fuego, es lo que hasta el momento han forjado sus lectores, en quienes se ha marcado al mismo tiempo la palabra viva, ardiente, de este habilidoso artista.
Eso, acaso la naturalidad, acaso el cinismo con el que, mas que poetizar, conversa con ellos a través de sus versos, lo han vuelto un personaje que tan natural del mundo contemporáneo como de los paisajes marinos de la antigüedad: con su lengua, con su voz atrapa a sus lectores como a moscas encima de una roca, o como a marineros tirados de sus barcos por un mítico canto.
Antes que sumirse en el confort que proporciona el dominio de la técnica, del lenguaje y de la materia poética, ha preferido la experimentación: sus resultados sorpresivos o excéntricos, dotados de una vida inusitada o dadores en sí mismos de vida, poseen un valor más allá de la sola honestidad, ya de por sí valiosa: en su voz se derrama el humor, un humor saludable y selectivo, aunque a veces amargo, así, como la vida.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2010. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.