Las hay de viento, de mar, de selva y de montaña. Saltan en los tejados como las aves con los primeros soles. Es una danza su ir y venir por el mundo. Si lloramos, se acercan con sus vestidos y sus perfumes de bosque, y sin que lo sepamos se ocupan de nuestras lágrimas, las guardan en una estrella vacía para llevarlas al fondo del mar. En la más intensa soledad, ellas ponen sus manos para recordarnos caricias que solo pueden ser inolvidables. En los momentos de espera, de confusión o de miedo, dejan caer polen que nos devuelve la luz. Por eso siguen con nosotros a pesar de los tiempos. No importa que no las veamos, que siempre parezcan huir. Ellas existen así, donde las presentimos. Es decir: en el mundo. Las hadas de estos cuentos nos dan la bienvenida. Para verlas, bastará abrir las alas de la imaginación y sobrevolar los parajes de este libro que las hará visibles.