“Roy no pensaba en otra cosa. Esperar continuamente las palabras de Cristina se le había vuelto obsesión. Deseaba escuchar cualquier cosa: todavía nada o falsa alarma; pero que le dijera algo. Desde luego, habría preferido mil veces oír la última frase, pero algo en su interior le decía que no sería así”.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2009. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.