No puedo llamar por teléfono porque, por supuesto, no me sé ningún número; están muertos de risa en mi iPhone (si es que él sí sobrevivió al tonto accidente). Ahí tengo todo, mis contactos, mis contraseñas del mail, del Facebook, de todo. Es lo malo de ya no aprenderse nada de memoria, que luego te mueres, pierdes tu smart, resucitas en otro cuerpo y no tienes manera de comunicarte con nadie.
Daniela es guapa, cool y medio frívola. Una mañana despierta y lo último que recuerda es su fiesta de fin de curso. Pero todo es rarísimo: su familia es distinta, la llaman por otro nombre y, cuando se ve en el espejo, se lleva una sorpresa de pesadilla. Sin embargo, no está en una pesadilla, sino en un extraño lío que debe resolver. Durante ese proceso, aprenderá que el interior de la gente no siempre coincide con su apariencia. Por si fuera poco, para guiarla en este viaje insólito tendrá una compañera muy peculiar: su propia muerte.