Asido a una estirpe escasa de poetas mexicanos, raro como mudable, mudable como versátil, Raúl Fernando Linares atestigua la validación personala del lenguaje. Su impronta centellea en una poesía de exploraciones intradiscursivas y multitextuales. Como en sus anteriores libros, ahora en Minotaura que germine, el tratamiento del lenguaje, corporación elástica que muda el episodio mitológico del minotauro al compás del jazz, decanta en un poemario sostenido en el movimiento, en la manutención creativa de su lenguaje en alzadura. Surco de raíz del jazz al baile y al folclor, el verso es torzal inventivo como Satchmo y Pops, sus variaciones melódicas dirimen la analogía del mito. Scat virtuoso de su germen narrativo, Linares apertura, nuevamente, en este poemario, la versión de Apolodoro, en el mito del Toro de Minos y, mediante una audaz ejecución, vaticina, a modo de epítome moderno, su fábula contranatura de la bestia germinada, tora mujer que sucumbe en el universo de ficción urdido por el poeta. El sacudimiento del yugo nace del blues, porque el mito no alcanza a zanjarse. Permutación del sometimiento a la tradición y su posterior revelación, Minotaura que germine explora los manantiales del espacio y del efecto léxico que genera en el lector la disposición de poemas aumentados de sangría, tal como él lo goza. Su poesía reescritura el lugar que ocupa el lenguaje de la poesía presente mediante conjeturas experimentales presas de la poza que nos deseca.
Daniel Téllez