Una peste extraña fulmina paulatinamente a los habitantes de una gran ciudad. Rechazados por sus semejantes, algunos enfermos no tienen siquiera un lugar donde terminar sus días. Un peluquero, que hasta entonces ha regentado con grandes esfuerzos un célebre salón de belleza, decide dar refugio a los moribundos. Aficionado a los peces exóticos, que en sus acuarios decoran el salón, el peluquero acaba convirtiendo su salón en un moridero medieval. ¿Qué mal diezma a los huéspedes del improvisado enfermero, carente al parecer de motivos filantrópicos? Con el tiempo, ya sólo los peces multicolores serán testigos indiferentes de su dedicación, cercana a la santidad verdadera, sin paliativos naturales ni consuelos piadosos. Mientras le acecha la soledad, el protagonista ofrece un definitivo canto a la vida. Sin conmiseración, sin moraleja.
Una extraña epidemia fulmina a los habitantes de una gran ciudad. Rechazados por sus semejantes, hay quienes no tienen un lugar dónde terminar sus días. Un peluquero, aficionado a los peces exóticos, decide convertir su establecimiento en un moridero. Con el paso del tiempo sólo estos peces multicolores serán testigos de su desapegada labor. En un espacio claustrofóbico, acechado por la soledad, el protagonista ofrece un testimonio definitivo sobre la vida, sin conmiseración y sin moraleja.
«Pero tengo que recalcar que el salón de belleza no es un hospital ni una clínica, sino sencillamente un Moridero.»
La presente versión actualizada de Salón de belleza -realizada más de veinte años después de su primera publicación- da cuenta de un delicado ejercicio de equilibrista, donde la meta puede ser entendida como escribir nuevamente para que la escritura original se mantenga intacta. Para mí como creador, la experiencia llevada bajo la atenta vigilancia de la señora Guillermina Olmedo y Vera fue similar a la de devolver su esplendor a un antiguo jardín. Un minucioso trabajo de desbrozo, exhaustivo hasta casi llegar a lo invisible, donde la nueva lectura logra que ese jardín adquiera un tono de verde realmente intenso, un placer acompañado del olor penetrante del césped acabado de cortar.
Mario Bellatin