Pasó todo tan rápido. En el escritorio, a un lado de un café algo sospechoso, encontré la hoja de la misión. El sargento Lo Vito había desaparecido; ni siquiera él había tenido el valor de comunicármelo en persona: me enviaban tras la pista de Michele De Rosa en una islita mexicana perdida donde, según la Interpol, el jefe de la camorra se había refugiado después de escaparse del manicomio judiciario de Aversa. Una carga de nitroglicerina había hecho volar la tapia del edificio y De Rosa, evidentemente aprovechando alguna complicidad al interior del instituto, se había esfumado sin hacer demasiados daños. Un agente de custodia ligeramente herido y amén.
BRUNO ARPAIA
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2015. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.