Benito Pablo Juárez García, nacido en una remota aldea de las montañas oaxaqueñas el 21 de marzo de 1806, fue la primera figura de la política nacional entre 1858 y 1872, una época en la que se consolidó el Estado mexicano, en la que México, tras medio siglo de ensayos y errores, adquirió plenamente el derecho de llamarse una nación. La figura de Benito Juárez es de tal consideración que ninguna historia de México, por breve y compendiada que sea, ha dejado de incluir su nombre; tan así es que muchos observadores llaman a aquella época “la era de Juárez”.
Con esa estatura, sería de esperarse que el personaje, Juárez, que como dicen era inmune al viento, hubiese sido un hombre brillante, un ideólogo de primera línea, un político habilísimo, un guerrero famoso por sus matanzas, un diplomático sutil, un financista preclaro, un orador de fuste, un legislador genial, un fogoso periodista o un escritor notable… pero no era así.
Pedro Salmerón