El autor está orgulloso de sus maestros en la forma de los relatos que componen este libro, y los presume: José Joaquín Blanco, Ethel Krauze, Luis Zapata, Silvia Molina, Luis González de Alba, todos ellos de su generación excepto otro que es algunos años mayor: Carlos Monsiváis. Fueron los ochentas y noventas del siglo pasado el tiempo de una escritura que se puso de moda en la ciudad de México, centro y casi territorio completo de la tradición literaria mexicana, la ficción hiperrealista mezclada con el periodismo de no ficción que procuraba para el lector el placer del texto, la gracia de la narrativa, imágenes poéticas en la vida cotidiana.
En esos mismos años fueron escritos y publicados en periódicos y revistas de la ciudad de Chihuahua las crónicas, reseñas y relatos de este libro. Aquí vienen escenas costumbristas de la ciudad literaria, crónicas de teatro, perfiles de personas que se dedicaron a escribir, y espacios donde se reunieron sus mirada extensas y agudas, sensibles, convocadas por la amistad y la profesión del arte.
Hoy en la
espiral se mira que todo va cambiando, que las antiguas amistades se fueron y
también la alegría de juventud de aquellos poetas que iniciaban su vida de
iniciados, de aquellos cantantes, actrices, filósofos, pintoras. Y también se mira que otros llegan y que
algunos de aquellos en su madurez consiguieron con años de trabajo y lectura un
oficio noble y ahora son los maestros que algunos aprecian. Queda en estas
páginas el humilde espejo donde se reflejan algunas escenas de aquel pasado de
nosotros, los que fuimos en alguna noche, en algún sueño.