Ejemplar en varios sentidos, este relato de atmósferas delirantes nos adentra en los mares procelosos, como dirían los antiguos navegantes, de la imaginación. La historia del capitán Bruno Pendragon y de su peculiar tripulación –los Doce– se entreteje con elementos míticos (piratas famosos, sirenas de última hora, la fantasmal isla Bermeja), y con un material mucho más concreto y actual: narcotráfico, políticos corruptos, personas desaparecidas, la indignación justiciera.
El autor, un mediador ostensible entre la narración y sus lectores, traza y comenta el mapa de esta misión alucinada por las aguas del Golfo de México. En ella, los abordajes en altamar, los saqueos en tierra firme y una guerra cibernética, entre otras peripecias, exaltan el valor suntuoso de un racimo de bucaneros fortuitos. Duelo de espadas y ametralladoras –anacronía que refleja el carácter espectral de la trama narrativa–, la batalla final despliega la reivindicación del capitán Pedragon y su metamorfosis en una de las figuras icónicas del género, al lado de Barbanegra, de Lorencillo y de Sandokan .