En el resurgimiento de la poesía griega moderna, durante el siglo xx, una de las voces más destacadas es Yannis Ritsos. Nacido en Monemvassia en 1909 en el seno de una familia de terratenientes, asistió al rápido derrumbe económico, a la muerte temprana de su madre y a la de un hermano menor, a un padre afectado por trastornos mentales. Él mismo pasa una temporada en un sanatorio en una cura para su tuberculosis. Estos acontecimientos no sólo marcan su adolescencia sino toda su obra. En la juventud se aproxima al partido comunista griego, publica Tractor (1934), inspirado por el futurismo de Mayakosvky, y Pirámides (1935), libros que conservan un frágil equilibrio entre lo personal y lo social. Su largo poema Epitafio (1936) explora la forma tradicional griega y lo vuelve popular entre el público a la vez que, bajo el régimen dictatorial de Metaxas, sufre persecuciones, se acerca al surrealismo y sigue desarrollando una importante obra que, musicalizada por Tehodorakis, lo proyectará dentro y fuera de las fronteras de su país. Pero es tal vez la Sonata del claro de luna (1956) el momento más alto de su admirable obra lírica. Muere a los ochenta y dos años en Atenas, en 1990, enfermo y afectado por el derrumbe de la ideología que tanto defendió. Sonata del claro de luna —en una brillante traducción de Selma Ancira— es un texto de intensidad estremecedora y gran precisión formal, con una cadencia sin ataduras, musical y profunda.
Ritsos, una de las más grandes voces de la lírica europea, creó una serie de monólogos de excepcional belleza en los que se transmite el pathos de la tragedia griega. Con la Sonata de claro de luna, considerada una de las obras maestras del poeta griego, continuamos la publicación de estos soliloquios dramáticos en versión de Selma Ancira.