El quebranto, la decantada melancolía, la tribulación que se transforma en “infecto laberinto” ante la ausencia del hijo, mientras la razón deviene en agonía, es el tema que se advierte en el presente poemario, galardonado con el Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada 2009. Por el título –Claridad de roca entre mis dedos– y por la presencia de la piedra, puede pensarse en una kratofonía; aunque el ámbito sagrado de ninguna manera se soslaya. La transparencia del canto, las imágenes que refiguran e invocan emociones, la memoria que enuncia y edifica la conciencia de la Divinidad –conciencia que el ser humano tiene de sí mismo, según Feuerbach– permite considerar a la poesía como plegaria. Sorda, la Omnipotencia se oculta en la penumbra y el Nombre asume una dimensión sinestésica –sabe a “sonoridad de soles llanos”– y el niño, el vástago, real y concreto –y por lo mismo divino– se vuelve reflejo de Aquél, acaso salmo y madrigal. Sabor y saber encubren también esa resonancia antigua, como “sonoridad de arena”, por lo que tanto, Orli Guzik, la Mujer, la autora de este poemario aguarda; y el niño, al conjuro de la voz lírica, se metamorfosea en “transparencia eterna que se invoca: / gota de fuego, parpadeo”. Lucidez y desaliento perturbándose, develándose, para proclamar la conmoción materna.