Alguna tarde nos decía Mario Benedetti: De cuando en cuando, hay que pasarse en limpio. Esta tarea es precisamente la que emprende el sobresaliente músico y compositor mexicano Enrique Quezadas. Sin embargo, él entiende que para pasarse en limpio y recuperar un futuro, es necesario escudriñar el pasado. Me cuentan que esta tarea puede ser materia científica. De hecho, algunos historiadores, entre inocentes y petulantes, así lo afirman. Creo que Enrique Quezadas y yo coincidimos en la certeza de que la reconstrucción del pasado es fundamentalmente una tarea de la voraz imaginación que se nutre de unos cuantos datos que le proporcionan la memoria y las memorias. Para ser hay que inventarnos. Hablamos del pasado, pero al hacerlo estamos esbozando nuestro modo de ver y vivir el presente: para que entiendan quién soy, necesito contar la historia de quién fui y de quiénes fueron aquéllos que viven en mi sangre y se aparecen en mi memoria.
Esto es lo que valida, justifica y hace legible la Crónica de una hoguera de Enrique Quezadas. Todo ocurre en un país imaginario y real llamado "México". Enrique toma un tramo de la historia de este mítico país que habitamos y nos habita y en él va dibujando la diversa historia de su raza. La narración es vívida y tridimensional. Es la historia de un fuego, el arte, que se abre paso, se agazapa en la sangre y finalmente comparce. El resto lo dirá el lector. Termino con unos versos de Borges: Por el fuego/ que nadie puede mirar/ sin antiguo asombro. Germán Dehesa. San Ángel, Primavera del 2007.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2007. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.