En tus ojos nocturnos asoma el paisaje de un continente pretérito. Ancla familiar, roca rumiante, isla de alfalfa bajo un cielo sin límites. Fodonga y menesterosa, avanzas con larga pereza tras un velo de moscas. "Madre celeste del sol, patrona de la montaña de los muertos, alma viva de los árboles", te llaman a grandes voces tus hijos ávidos y tristes. Pero tú, desde tu mole soberana, nada pareces saber. Hogareña, macilenta, desplazas tu indolencia de la sala a la cocina o vas y te tumbas a la sombra de la higuera. Fuente ambulante de bienaventuranza, vaca cósmica, un hilo de tu leche en los labios de Alenka hace vislumbrar un paraíso.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2015. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.