que no pudiera ser entre las hojas, letra blanca.
La tristeza es el origen de todos los pecados.
Dios, en su misericordia, le permitía seguirse narrando
para demoler la lluvia.
La tierra entonces crecía bajo sus dedos, llena de letras,
plena de un sentido equívoco, pero del sentido al fin
de la sangre derramada.
Exilio y más exilio. Desprenderse de sí misma, signo por signo, condenada.
En la intolerable luz urdiendo sus palabras. Escribirse encadenada. Detrás de los barrotes delinear el alba. Mañana, quizás mañana, bajo las torres del crepúsculo, encontraría su nombre esclarecido. Un montón de pájaros recogerían sus letras y en sus picos trazarían la danza arrebatada de su última tristeza. Mañana, quizá mañana, entre las sombras descalabradas renacería, limpia de su antiguo nombre, con silencio azul en las entrañas.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2015. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.