Apocalipsis contenidos en una página. Revelaciones tremendas –de esas que son el corazón de las grandes historias– relatadas con tal velocidad que apenas parecen estar ahí y sólo las comprendemos plenamente después: en los momentos que siguen al punto final y en los que nuestra conciencia lectora alcanza por fin a la historia y, de pronto, se da cuenta de todo. Los cuentos mínimos de Emmanuel Vizcaya son, en muchos sentidos, semejantes a los que otros autores escriben en nuestro tiempo. Es natural. La brevedad no es un capricho: es un signo de cómo el mundo que construimos nos lleva a una existencia de experiencias fragmentarias, de intimaciones veloces, de poco tiempo (lo que es una obviedad) y poco espacio, en el mundo físico y en la conciencia misma. Sin embargo, estos Aerovitrales son algo diferente. Si cada narración es una criatura de su autor, las de Vizcaya son seres extraños y con frecuencia monstruosos, sin especie conocida. Mutantes apropiados para una época movediza e incierta.
Las muchas miradas sobre el mundo que encontramos en estas páginas suelen ser desconcertadas, perplejas, asombradas en el sentido más antiguo e inquietante –literalmente cubiertas por la sombra–, pues aquí hay finales inesperados y trayectos inusuales, paseos por escenarios de la literatura y del cine que se apartan de la referencia servil o irónica. Bienvenidos a estos cuentos hechos justo para nosotros: para los fugaces, los huidizos, los casi invisibles.
Alberto Chimal